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Imagina un terremoto golpeando tu ciudad, los edificios tiemblan, las calles se llenan de caos y el miedo se apodera de las personas.En medio de la incertidumbre, algunos edificios permanecen firmes, protegiendo vidas y manteniéndose operativos cuando más se necesitan. Esto es lo que la construcción resiliente a sismos puede lograr.
En México, los sismos no son una amenaza hipotética; son una realidad constante y devastadora. Desde el trágico terremoto de 1985, que dejó huellas imborrables, hasta eventos recientes como el sismo de 2017, hemos aprendido que la prevención es esencial. Y esa prevención comienza con construir mejor, con crear edificaciones que no solo resistan los temblores, sino que también se mantengan funcionales en su peor momento.
La resiliencia sísmica no es un lujo, es una obligación para proteger a nuestras comunidades. En este enfoque, no se trata solo de construir edificios que no colapsen, sino de garantizar que tras un terremoto, las estructuras permanezcan seguras y operativas. Pensemos en hospitales que pueden seguir atendiendo a pacientes, en escuelas que reabren rápidamente, en viviendas que no dejan a las familias en la intemperie, y en comercios que no se ven forzados a cerrar por meses. Cada uno de estos casos no solo salva vidas, sino que también acelera la recuperación de una ciudad entera.
Pero, ¿cómo logramos esto? Gracias a décadas de investigación e innovación tecnológica, hoy contamos con herramientas y técnicas que han revolucionado el diseño estructural. Desde el uso de dispositivos de aislamiento sísmico que «desconectan» el edificio del suelo, hasta el postensado y los contraventeos que permiten disipar la energía de los temblores, los ingenieros están creando construcciones que absorben el impacto en lugar de sucumbir ante él.
Un edificio resiliente no se limita a ser una estructura más resistente; es una promesa de que la vida puede continuar incluso tras un desastre. Este tipo de infraestructura está diseñada para
minimizar daños, proteger a las personas y bienes, y volver a la normalidad en el menor tiempo posible. Y cuando hablamos de edificios como hospitales, oficinas gubernamentales o centros de emergencias, el tiempo de respuesta puede ser la diferencia entre la vida y la muerte.
La resiliencia sísmica no solo tiene implicaciones en la seguridad, sino también en la economía. En un país con una alta actividad sísmica, las construcciones que resisten estos eventos naturales representan una inversión inteligente. Un edificio resiliente puede evitar grandes costos en reparaciones, minimizar interrupciones en las operaciones y reducir los tiempos de inactividad. Además, contar con certificaciones de resiliencia puede ser un diferenciador clave para desarrolladores, inversionistas y propietarios de bienes raíces, aumentando la confianza y atrayendo a consumidores cada vez más conscientes de los riesgos.
Para los arquitectos e ingenieros, la construcción resiliente representa una responsabilidad profesional y un compromiso ético con la sociedad. La tecnología actual nos brinda la oportunidad de crear estructuras más seguras y sostenibles que protejan a quienes las habitan. Incorporar estos avances en los proyectos no solo responde a una necesidad urgente, sino que también abre la puerta a un futuro más seguro, donde las tragedias humanas y económicas provocadas por los sismos puedan ser mitigadas.
Como sociedad, debemos demandar que la resiliencia sísmica se convierta en una norma, no en una excepción. La construcción tradicional ya no puede cumplir con las necesidades de un mundo donde los desastres naturales son cada vez más frecuentes e impredecibles. Es el momento de adoptar principios que prioricen la seguridad, la sostenibilidad y la estabilidad a largo plazo.
El camino hacia una infraestructura resiliente es también un camino hacia una sociedad más fuerte y protegida. Con cada nuevo proyecto, tenemos la posibilidad de construir no solo edificios, sino comunidades que resisten y prosperan incluso ante la adversidad. El futuro de la construcción en México debe ser resiliente, y cada una de nuestras decisiones de diseño puede marcar una diferencia en cómo enfrentaremos los desafíos que vendrán.
En definitiva, la construcción resiliente a sismos no es solo una estrategia técnica; es una inversión en el bienestar colectivo. Cada proyecto que incorpora estos principios es una pieza más en el rompecabezas de un México más preparado, donde la prevención y la seguridad son pilares para construir un futuro más sólido. ¿Estamos listos para hacer frente a la naturaleza? Con innovación, tecnología y un enfoque centrado en las personas, el futuro de la construcción en México puede ser verdaderamente resiliente.